El reloj del andén marcaba las 7:47 cuando una ráfaga de viento levantó los papeles que alguien había dejado caer. Entre ellos, una hoja amarillenta con una palabra escrita a mano: “recuerda”. Nadie pareció notarlo, excepto un gato gris que dormía bajo el banco y abrió un ojo curioso. Mientras tanto, en el cielo, una bandada de pájaros formaba una figura que se asemejaba a un signo de interrogación, como si incluso el aire se preguntara qué estaba a punto de suceder. A unas cuadras de allí, una radio antigua comenzó a encenderse sola, emitiendo una melodía que nadie había escuchado en décadas. Y en ese preciso instante, por razones que nadie entendió, todas las luces del pueblo parpadearon al mismo tiempo. El reloj del andén marcaba las 7:47 cuando una ráfaga de viento levantó los papeles que alguien había dejado caer. Entre ellos, una hoja amarillenta con una palabra escrita a mano: “recuerda”. Nadie pareció notarlo, excepto un gato gris que dormía bajo el banco y abrió un ojo curioso. Mientras tanto, en el cielo, una bandada de pájaros formaba una figura que se asemejaba a un signo de interrogación, como si incluso el aire se preguntara qué estaba a punto de suceder. A unas cuadras de allí, una radio antigua comenzó a encenderse sola, emitiendo una melodía que nadie había escuchado en décadas. Y en ese preciso instante, por razones que nadie entendió, todas las luces del pueblo parpadearon al mismo tiempo.